Nunca lo vi sin pijama. A cualquier hora sacaba la silla y la dejaba en la puerta, un rato, como para que se le vaya templando. Y más tarde salía él, sin señales, ni patrones. En la mano derecha una radio blanca pegada siempre a la oreja. La resistencia extraña, y casi heroica, de esos 20 pelos que aún, con gomina, se peinaba. El cuerpo rígido, las piernas como estacas. Una cara sin gestos y una inclinación de cabeza, mínima y sistemática, como devolución de saludo. Hasta que una noche, me tocaron el timbre. Y ahí estaba él, con su pijama.
Nunca, en 25 años me había dirigido la palabra. Salí, y le pregunté qué necesitaba. Fíjese muchacho, han atropellado un gato y me parece que es suyo. Caminamos juntos hasta el cordón y lo vi a Tomás, mi gato. Muerto y golpeado. Levanté los ojos y ahí estaba el viejo del pijama, con la mirada húmeda y un extraño gesto en la cara. Me palmeó la espalda y con vos muy baja me dijo: Aprenda m´hijo... que en la vida todo es abandono.
Y se fue para su casa, arrastrando sus pantuflas contra la soledad de la noche.
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9 comentarios:
Triste el pensamiento del sr pijamero que, sin embargo, se sigue preocupando por los desconocidos.
Nebulosa.
Espero siga pasando.
Agradezco tambien su visita,
saludos,
La U.
Unika.
Hay que agradecidos que somos. Jajajaja.
Señor del pijama.
Que gran don tienes juntando las palabritas ^^. Excelente blog, silencio.
Saludos.-
Lokita.
Demasiado elogioso lo suyo.
sin señales, ni patrones..
en la mano y en la oreja, las repeticiones.
resistencia extraña, de 20 pelos
mirada húmeda y sin cariño,
total todo es abandono si estas contra la soledad de la noche
,en pijama...
Evaristo.
Muy buena la deconstrucción.
Tan duro el abandono, y a la vez, lo que nos deja.
su comentario me trajo hasta aquí... gracias.
cris.
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