Construcción

Ella es boliviana. Pero no de las que usan polleras y trenzas. Es una boliviana globalizada que usa jeans y remerita. La necesidad se le llevó la edad en su cuerpo. Podría tener 29 o 48. Lo cierto es que todas las tardes ella llega regalando su mejor perfume. El pelo mojado y unas botellas que compra en el chino que está a 20 metros de la obra. Tiene llaves, pero siempre le cuesta abrir el candado. Apoya las botellas en el suelo, mete sus pequeñas manos por entre las chapas que sirven de puerta y lucha hasta liberar las cadenas. Apenas una hendija, y desaparece dejando el perfume dulce como testimonio. Luego, casi automáticamente la luz del 3er. piso de la obra se enciende y suena una cumbia mezclada con polca. Algunas sombras recortadas contra el techo y risas. Siempre ríen.

Ríen en una pieza de cemento, a medio construir. Ríen en medio del olor a obra, y con arena debajo de los pies. Ríen sin agua caliente, sin bañaderas ni televisores. Ríen con faltas de ortografía y sin saber quien fue Matisse. Ríen sin haber leído ni siquiera a Verne. Ríen juntos, abrazados, quizás desnudos. Bailando su música y tomando la cerveza más barata.

Ríen solos. Entre ellos. Lejos de su tierra. Ríen como el último orejón de un tarro muy alto. Como esclavos de patrones clase media. Ríen fundidos en abrazos. Compartiendo unas manos que raspan mas de lo que acarician. Ríen hasta quedarse dormidos. Y sueñan. En una pieza sin camas, ni ventanas.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Esos que ríen de la nada porque es lo único que acalla todo.

Silencio dijo...

Gabi.
Deberé aprender a reir, entonces.