Uno

Tenía en las manos una de esas revistas que se ofrecen gratis en la puerta de las inmobiliarias. Hecha un rollo iba y venia el muslo al hombro, y esperaba. Apenas apoyado en culo sobre la pared roñosa. Con el alambre oxidado que de vez en cuando le acariciaba la espalda. La misma espalda que recibía el viento que empujaban los trenes repitiendo el rito de quejarse a cada paso. Por delante, la avenida y el sinfín de vehículos que para él no iban a ninguna parte.

Algo esperaba ahí sentado. Alguien o algo. Un dealer, una tranza, una vieja descuidada o una señorita que le diera de comer al ego. Un familiar del campo, un amigo de la infancia, un recuperar el aliento o un que se le pase la curda.

Y así pasaba la tarde sin que ningún suceso extraordinario sacudiera la calma de un Ramos Mejía cualquiera. Salvo la pequeña y repetida historia del tipo que algo espera.

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