Sombra

Tenía los ojos como si los hubiera prestado a un enfermo. Llenos de un amarillo de leche cortada o crema. Miraba desde la vereda. Recostado el cuerpo en el pilar de la entrada. Un cusquito blanco con manchitas negras le custodiaba los tobillos.

Apretaba entre los dedos un tabaco, pero no fumaba. El humo le tocaba la ropa y se perdía, arremolinado, en el techo de una tarde cualquiera. De cuando en cuando el empeine del pie derecho le rascaba el gemelo izquierdo, y viceversa. Ni siquiera los mosquitos que a esa hora de la tarde atacaban las casas, lo alteraban.

Algo en él no era como antes. Quizás la barba. Quizás el hecho de no bañarse. O quizás la ausencia de saludos o de ese lenguaje suyo. Osco, huraño, escaso. Ese hablar como cortando las oraciones en pedazos. Como si guardara las palabras en un frasco y le quedasen pocas.

Lo cierto es que Raul se hacía de noche. Y en ese silencio suyo había mucho más de lo que habitualmente decía.

2 comentarios:

staff dijo...

¡Qué lindo texto y quexcelente la frase que lo arranca!
Salú, López.

Silencio dijo...

López.
Muchas gracias.