Aldea Global
Sin palabras
Nunca, en 25 años me había dirigido la palabra. Salí, y le pregunté qué necesitaba. Fíjese muchacho, han atropellado un gato y me parece que es suyo. Caminamos juntos hasta el cordón y lo vi a Tomás, mi gato. Muerto y golpeado. Levanté los ojos y ahí estaba el viejo del pijama, con la mirada húmeda y un extraño gesto en la cara. Me palmeó la espalda y con vos muy baja me dijo: Aprenda m´hijo... que en la vida todo es abandono.
Y se fue para su casa, arrastrando sus pantuflas contra la soledad de la noche.
Pasajera
Ella viajaba parada con una bolsa de Mercería Alonso en la mano. De la bolsa un termo que de vez en cuando se asomaba. Llevaba puestas zapatillas marca Cull, grises y manchadas. Un pantalón de Jogging remendado entre las piernas y un pulóver salpicado de agujeros. Miraba hacía adelante pero sus ojos no iban más allá de la ventana. Había algo en su reflejo que la entristecía, y la reclamaba. Y así viajó, la tarde entera, sin quitarse los ojos de esa puta vergüenza.
Casi
Recorte
El que se fue a la villa perdió su silla. Y ya nunca volverá a sentarse en la mesa de ningún derecho. Ran, paco, merca o iglesia será la marea que se los lleve más lejos. Y ahí, carentes de voluntad y sentido. Morirán sin morirse del todo. Con hambre, con frío, miseria y hastío. Llevarán el odio en los hombros, como si fuera un loro. Y serán piratas sin agua en los baños. Que vendrán de noche a robarte tu estéreo y a tocarte las tetas. Y vos vas a tomar pastillas para llenar de rosa tus ojos. Para hacer de esta realidad algo ficticio y tolerable mientras ellos se acumulan en los márgenes de todo lo que tocan.
Construcción
Ríen en una pieza de cemento, a medio construir. Ríen en medio del olor a obra, y con arena debajo de los pies. Ríen sin agua caliente, sin bañaderas ni televisores. Ríen con faltas de ortografía y sin saber quien fue Matisse. Ríen sin haber leído ni siquiera a Verne. Ríen juntos, abrazados, quizás desnudos. Bailando su música y tomando la cerveza más barata.
Ríen solos. Entre ellos. Lejos de su tierra. Ríen como el último orejón de un tarro muy alto. Como esclavos de patrones clase media. Ríen fundidos en abrazos. Compartiendo unas manos que raspan mas de lo que acarician. Ríen hasta quedarse dormidos. Y sueñan. En una pieza sin camas, ni ventanas.
Uno
Algo esperaba ahí sentado. Alguien o algo. Un dealer, una tranza, una vieja descuidada o una señorita que le diera de comer al ego. Un familiar del campo, un amigo de la infancia, un recuperar el aliento o un que se le pase la curda.
Y así pasaba la tarde sin que ningún suceso extraordinario sacudiera la calma de un Ramos Mejía cualquiera. Salvo la pequeña y repetida historia del tipo que algo espera.
Ilusiones
Dani le sacó la tiza de un manotazo. Correte, cornudo, que ahora me toca a mí. Todos los que tomamos merca alguna vez quisimos ser Tony Montana, pelotudo. Y vos no tendrías putas, tendrías travestis porque te cabe el tornillo. Y le tiró una patada cortita, como único gesto de complicidad posible.
El burbuja se cagó de risa. Pero una risa sin dientes. Una risa gastada, y falsa. De esas que se ponen en medio de las conversaciones para hacerlas más entretenidas. Un mecanismo de defensa para mantenerse superficial, y a flote. Y le contestó la patada con un cortito al riñón, que el Dani esquivó torciendo el lomo.
Pasame el canuto, pelotudo. Y dejá de hacerte el poronga porque le cuento a tu señora en que te gastás la plata. El burbuja volvió a usar la risa gastada. Pero esta vez, y por las dudas, no agregó más nada.
Sombra
Apretaba entre los dedos un tabaco, pero no fumaba. El humo le tocaba la ropa y se perdía, arremolinado, en el techo de una tarde cualquiera. De cuando en cuando el empeine del pie derecho le rascaba el gemelo izquierdo, y viceversa. Ni siquiera los mosquitos que a esa hora de la tarde atacaban las casas, lo alteraban.
Algo en él no era como antes. Quizás la barba. Quizás el hecho de no bañarse. O quizás la ausencia de saludos o de ese lenguaje suyo. Osco, huraño, escaso. Ese hablar como cortando las oraciones en pedazos. Como si guardara las palabras en un frasco y le quedasen pocas.
Lo cierto es que Raul se hacía de noche. Y en ese silencio suyo había mucho más de lo que habitualmente decía.
Reflexiones
Ni el choripan lo levanta de la mecedora a don Roque. Dice la mujer que lo llevó al Posadas pero que le dieron turno para dentro de 2 meses. También dice que un médico le dijo que no tiene nada, que debe ser el agua de la bomba porque la napa está contaminada. Algo de eso debe haber porque se andan muriendo seguido los perros, no duran nada. Yo le dije al petiso que no tome más mate por las dudas, pero el se ríe y dice que la cal de la obra le hace peor. Y le sigue mandando amargo como si nada.
Yo ahora la junto en los baldes y le pongo lavandina. Dicen que 3 gotitas, pero yo por las dudas le pongo un chorro. Para que mate todo. Igual desde que se murió el hijo de la panadera a mí me agarró miedo. Porque el también bajó un montón de kilos, y a mi la paraguaya de enfrente me dijo que me ve más flaquito. No sé, el petiso me dice que son ideas mías, y que de última cuando sos pobre es mejor morirse temprano. Y algo de razón siempre tiene el petiso.
El Ulises
En la cuadra que viene vive la yani, la que tiene las tetas grandes. Pero él todavía no entiende por qué eso es tan importante para los pibes del barrio. El corre, total mañana va a ser distinto. El perro del Jony le sale al galope, saltando la zanja. El jony le grita perro el perro no le da bola. Lo corre, y casi lo alcanza. El cruza la avenida. Casi de refilón lo pechó el Torino, casí que lo escupió contra el refugio del bondi. Las estampitas vuelan por el aire y la gorda del kiosko que se agarra la cabeza. El Jony llega corriendo, y llorando. Pero a él no le importa, porque el sigue corriendo con las topper blancas.